Me siento afortunada por mi situación actual y me gustan los retos que llevan a crecer y superarte a tí mismo, a seguir aprendiendo, pero la vida no es una soñada utopía llena de días felices donde todo es perfecto, incluída nuestra actitud... también hay días en que uno duda, o se deja llevar por pensamientos que no debe, pues somos seres humanos, no dioses y podemos errar.
Como cada lunes había reunión, como cada lunes tocaba hablar en alemán y mi nivel deja aún mucho espacio para mejoras. Me costaba (y me cuesta) seguir todo el hilo de las conversaciones, de las que entiendo parte del vocabulario y debo poner mucha energía en tratar de captar la información que me falta. A pesar de mis esfuerzos mi mente a veces se cansaba del autoengaño y desconectaba. Traté de consolarme pensando que no toda la información era de vital importancia para mí, pero un sentimiento de inferioridad empezó a pesar cada vez más sobre mis hombros, haciéndome sentir cada vez más pequeña, cada vez más aislada y con el miedo añadido de que llegaría mi turno de hablar. El momento llegó y me sentí muy torpe, el no poderme expresarme como quería incrementó mi frustración, sesgando mi capacidad de hablar y aumentando también mi deseo de terminar lo antes posible. Una vez concluída la reunión, traté de recomponer mi identidad para volver a la normalidad, como si aquella desintegración interna que había sufrido en el trascurso de más de una hora, jamás hubiera pasado.
La esperanza que aún resiste dentro de mí, me ayuda a pensar que este período de frustración es sólo temporal, que acabaré encontrando el modo de mejorar y poder expresarme mejor... pero ahora mismo me siento bastante desconsolada, por eso trato de aligerar esta carga que vengo soportando todo el día sobre mi espalda a través de la expresión escrita, en mi lengua materna, donde encuentro consuelo, aunque sea anónimo, y puedo sacar mis sentimientos para sanearlos.
Gracias por escuchar
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